En los espacios del territorio, encontramos diversas maneras de luchar, todas son aceptables, siempre y cuando representen el bien para la colectividad. Desde la tulpa, la música, la danza, el arte y la simbología se resiste; tal vez estas formas se han descuidado en algunos momentos, pero hacen parte de nuestras formas de vida y de nuestro sentir.
Esta vez el territorio de Jámbalo nos convocó a continuar el camino de la resistencia desde el color, nos invita a hacer minga, a compartir y hacer memoria. No podíamos decir que no a tan emotiva experiencia. Así que como es costumbre, armamos maleta, camping y salimos hacia el resguardo de Jámbalo Zona norte del departamento del Cauca.
Nos esperaba una chiva en Santander de Quilichao, nos encontramos con los demás aventureros como nos decimos de carriño; aventureros porque nos gusta conocer los territorios, sus historias y aportar a sus procesos, nos encontramos con artista de Nariño, Bogotá, Tolima, Cali, Popayán y hasta del país de Argentina, habían algunos de extensa barba con gafas y ropas con pinceladas de colores, otros de cabellos rubios y alguno que otro Nasa como yo. Durante el viaje de Santander a Jámbalo fuimos compartiendo y charlado con los aventureros de la pintura, eso sí, no nos faltaba la Yuk beka o como lo llamamos tradicionalmente el chirrincho.
Después de cuatro horas de viaje llegamos al casco urbano de Jámbalo, ya eran casi las 5 de la tarde, ya el hambre empezaba a manifestarse; afortunadamente en la comunidad Nasa se come rico y sobre todo bastante. Una vez ya habíamos senado, el coordinador del grupo de Jóvenes Jhojan, nos indicó que pasaremos al salón de reuniones, para socializarnos como seria esta minga de pinceles, allí nos estaba esperando la coordinadora del núcleo de educación María Lourdes Trochez, quien muy amablemente nos dio la bienvenida al territorio y desde su experiencia nos habló un poco sobre la historia el pueblo Nasa de Jámbalo.
Lourdes nos contó, que el territorio de Jámbalo hace parte de los Cinco pueblos con títulos coloniales, que habían sido luchados por nuestro Cacique Juan Tama, la lucha de los títulos coloniales iniciada por Juan Tama, fue retomada por el cacique Manuel Quintín lame, que junto a otros compañeros empezaron a recuperar los territorios y fortalecer los resguardos, nos habló también sobre la conformación del Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC, los principios organizativos y como a partir de ello, el territorio de Jámbalo empezó a trabajar en busca de la autonomía. En 1985 los mayores de Jámbalo, junto a la comunidad se reunieron y conformaron el plan de vida Proyecto Global, donde se empezó a revitalizar la educación propia, la salud y la justicia, en el marco de la interculturalidad y haciendo practico nuestros usos y costumbres como pueblo Nasa.
Mientras escuchábamos atentamente a la mayora Lourdes, los aventureros del pincel tomaban atenta nota, e iban imaginando lo que se podría representar atreves de la pintura, teniendo en cuenta la luchas, la economía y la cosmovisión del pueblo Nasa de Jámbalo. Aprovechamos el espacio para presentamos, relacionarnos y tomarnos un par de fotografías. Llego la hora de irnos a descansar, porque al otro día nos esperaba la comunidad para que juntos empezar a pintar en minga.
Cada territorio cuenta las luchas de su pueblo, las montañas, la gente y su mirada es el reflejo de tiempos duros y momentos de fuerza constante, en la mirada de los mayores, mayoras, compañeros y compañeras que hacen parte de la memoria de resistencia, en el territorio de Jámbalo encontramos muchos paisajes en las miradas y en las sonrisas de su gente, eso pensaba y observaba mientras amanecía y nos dirigíamos hacia la vereda de zumbico. Una comunidad que como muchas otras del norte del Cauca, han vivido las consecuencias del conflicto armado y de una guerra que se vuelve a despertar en el departamento del Cauca y en Colombia.
Llegamos a zumbico, allí la comunidad nos recibió en la institución Wilder Fabián Hurtado, nombrada así en homenaje a un compañerito de tan solo diez añitos, quien fue asesinado por el ejército nacional el 16 de septiembre del 2006, en uno de los frecuentes combates que se presentaban con frecuencia en esa época. Nos recibieron con música, danzas y comida, las autoridades saludaron y nos dieron la bienvenida, para que durante los cuatro días de la minga de muralismo, nos sintiéramos como en nuestra casa.
Después de la apertura de la minga, llego la hora de dirigirnos a los lugares que habíamos escogido para ir a pintar. Cada uno agarro su maleta y partimos hacia el territorio que nos correspondió. Nuestro grupo decidió ir a muraliar a la vereda la Mina, ubicada en la zona media del resguardo de Jámbalo, Habíamos escogido ese lugar porque tiene un gran atractivo, el rio; pero también porque nos daba buena señal, sentíamos que nos íbamos a encontrar con muy buenas historias.
Así empezamos el lunes 16 de septiembre, el primer día de la minga muralistica. Habíamos llegado a eso de las 4 de la tarde a la Vereda la Mina, ahí nos recibió la compañera Flor; una Nasa acuerpada de sonrisa contagiosa, muy amable y bastante recochera. La compañera nos mostró la escuela y el salón donde debíamos armar los campings. Nos acomodamos, cenamos y nos reunimos a dialogar con la comunidad.
Mis compañeros de pintura, pintando luchas, José de Tulpas y Trazos Indígenas, nos sentamos en el corredor de la escuela de la Mina con algunos comuneros, kiwe thegnas o guardias indígenas, allí sentados escuchamos a la mayora Adoración Jhanet Córdoba, una Mayora de 65 años, descendiente de familia indígena y afrodescendiente, que con carácter firme, pero sonriente, nos contó un poco sobre su historia y lo que le había contado su padre. Decía que su papa había llegado en el año 1935 al territorio y que en esa época solo habían tres familias: la familia Pasos, Pechene y Calambas, que vivían en casas hechas de bareque y de techo de paja.
Nos contó una historia que le habían contado a su padre y él se la compartió. Dijo que los primeros invasores que habían llegado al territorio, fue el General Julio Arboleda, que tenía a su mando esclavos negros e indígenas. “El general había llegado en busca de quina, pero encontró algo mejor, Oro”, y entonces se quedó explotando el rio”. También menciono que en ese tiempo había grandes murallas a la orilla del rio, las cuales habían sido hechas por los esclavos que traía el general.
“Con el paso del tiempo el territorio ha ido cambiando mucho, ahora tenemos carretera, energía eléctrica, tenemos la escuela, el colegio, el centro de salud, un médico que viene cada ocho días y una enfermera que ahí está permanente, así ha ido cambiando las condiciones de vida en el territorio de la vereda la Mina y con ello han cambiado las formas de lucha”. Comento la mayora.
Adoración o como le dicen en su comunidad, Dora. También nos contó que ella había caminado el proceso del padre Álvaro Ulcue Chocue. Que participo junto con dos compañeros de la vereda en la construcción del proyecto global y que ahora sigue aportándole al proceso desde la escuela de la Mina, una responsabilidad más, esta vez con los niños, “justo hoy cumplo 65 años” decía mientras se sonreía y nos terminaba de hablar.
Estuvimos casi dos horas compartiendo con las Mayora y la comunidad, la compañera Flor desde que habíamos llegando nos recomendó que en el mural que hiciéramos pintáramos a la Mayora Dora, ahora ya entendíamos porque la comunidad se veía representada con su historia. Pero necesitábamos conocer más, escuchar y observar las experiencias del territorio.
No es pintar por pintar o solo pintar bonito, es pintar desde el sentir de la comunidad y para lograrlo es necesario conocer el territorio, sus luchas y sentir que somos parte de ella, para así plasmar con pinturas las realidades de la comunidad.
La noche llegó muy rápido y doña Flor nos invitó a tomarnos un café. Un café que más tarde nos llevó a un Yu Beka, y mientras compartíamos y nos reímos de nuestras anécdotas, íbamos pensando en que plasmar en el murar que nos correspondía realizar, también nos hacíamos muchas preguntas respecto a la realidad que hoy afrontamos como movimiento indígena y como desde el arte podíamos visibilizar esas vivencias, pero más allá de visibilizarlas pensábamos en como aportar a las distintas luchas, procesos y problemáticas que hoy afrontamos como comunidades indígenas.
Se nos venias muchas ideas a la cabeza y cada idea nos llevaba a preguntarnos qué tan autónomos realmente éramos, si realmente estábamos caminando hacia la autonomía que se habían pensado los mayores y que hasta dieron sus vidas en busca de esa tranquilidad o buen vivir en el territorio, o le pregunto ¿usted qué cree? ¿Realmente somos Autónomos?. Preguntas como esas nos hacíamos mientras pasábamos de mano en mano el totumo de Chirrincho para brindar.
Cada vez se hacía más tarde, pero no podíamos irnos a dormir hasta no dejar una idea en palabras o rayada en papel. Teníamos una gran responsabilidad en nuestras manos, porque, aunque usted no lo crea, pintar no es cosa fácil, más cuando se trata de reflejar los sentimientos y la historia de la comunidad, más cuando hay tanto por contar. Justo por eso habíamos venido; a hacer minga, a sentir, conocer y ayudarnos entre todos. Qué bueno sería si todo lo hiciéramos en minga, pero no para pedir dinero, proyectos o firmar decretos como a veces suele pasar en nuestra realidad, porque eso nos está llevando a hacer más dependientes de este estado mentiroso y aprovechado. Así no, debemos hacer minga, pero desde el sentir, desde el compromiso; así como lo enseñan los Mayores.
Después de haber reído, compartido y debatido, en nuestro afán de cambiar el mundo, decidimos irnos a dormir, porque la cabeza ya nos daba vueltas y al otro día nos esperaban los niños de la escuela de la Mina para seguir la minga, esta vez desde las ideas y los dibujos de los niños y niñas.
Llego el martes, ya era 17 de septiembre, segundo día de minga de muralismo en el territorio de Jambalo, después de haber descansado, fuimos a bañar en el rio que pasa cerca de la carretera y que queda en todo el caserío de la Vereda la Mina, bañamos, desayunamos y justo a eso de las 9 de la mañana llegaron los niños de la escuela, eras bastante curiosos e interactivos como la mayoría de niños. Por fortuna contábamos con los compañeros del colectivo pintando luchas; Chávez y Maicoll, quienes por su experiencia en el trabajo con los niños dirigieron la actividad con ellos.
Durante casi toda la mañana las niñas y niños nos dibujaron su territorio tal como ellos lo veían y lo Vivian. Hicieron el rio, las montañas filudas, sus casas; algunos pintaron sus animales y a sus amigos. La actividad pedagógica de esa mañana nos dio más referentes para poder pintar. Ya sabíamos que el rio y las montañas son un elemento principal de la vereda la Mina, que la mayora Adoración reflejaba una parte de la historia y de luchas con la que la comunidad se sentía representada, teníamos lo territorial y lo histórico, pero faltaba algo muy importante; conocer los lugares sagrados que como en todo territorio del pueblo Nasa encontramos.
Recordamos que la noche anterior, la comunidad nos había mencionado dos lugares importantes que existían en la vereda, uno era la piedra del amor o de la fertilidad y el otro era la tan mencionada piedra del Majano, así que decidimos ir a visitar estos dos lugares. Esta vez el Kiwe Thegna Rene Velasco, un hombre acuerpado con barba poblada y de carácter serio, fue nuestro compañero de camino.
Los dos lugares no quedaban muy lejos del caserío, así que pudimos llegar rápido, primeo visitamos la piedra de la fertilidad, una piedra bastante grande, tenía más o menos unos 15 metros de altura. Algunos comuneros nos decían que desde que ellos tenían memoria esa piedra siempre había estado ahí y que según lo que contaban los mayores, llevaba el nombre de la piedra de la fertilidad porque” cuando una mujer no podía tener hijos o un hombre no podía hacerlos, los kiwe The los llevaban allá y le hacían remedios para que así pudieran procrear”. Estuvimos allí por unos minutos, observando para llevar la idea al mural, después seguimos el recorrido hacia la piedra del Mojano, nos montamos en la moto vieja, pero resistente del compañero Rene para seguir el camino.

Sitio sagrado la Mina Jambalo. Foto Cesar Galarza
Mientras íbamos por la carretera, pensaba cómo sería esa piedra del Mojano, pues estoy seguro que a la mayoría de los Nasas del Cauca, en algún momento de sus vidas nuestros abuelos nos contaron alguna historia sobre ese lugar; a mí sí me contaron. Después de unos 10 minutos llegamos a la piedra, no era como me la imaginaba, pero seguía siendo ese lugar místico tan nombrado por las Nasas de Jámbalo.
La piedra era bastante grande, de hecho, parecía más bien como un peñasco, en el medio caía una cascada. Como es costumbre de nosotros los Nasas, antes de ingresar, sacamos el Yu beka y pedimos permiso a los espíritus del lugar; la piedra estaba rodeada de monte y de árboles, había troncos podridos que estaban por donde pasaba el agua, subimos el primer barranco, dimos unos cuantos pasos y nos encontramos de frente con un muro de roca lleno de musgo por donde caí un poquito de agua. Habíamos llegado a la piedra del Majano y para nuestra fortuna nos encontramos con el mayor Mariano Bolaños, comunero de la vereda Loma Gorda, que justo se encontraba con sus dos hijos arreglando el camino.
El mayor nos narró un poco de lo que su padre le había contado sobre la piedra, decía que: “ese era el sitio donde se encontraba la piedra para volverse mojano o perro grande como se dice, eso decían los mayores, que en ese tiempo cuando alguna persona pasaba por este lugar y si veían flotar en el aire tres piedritas ahí donde caía la cascada, esas piedras lo elegían y que luego esa persona se convertía en Majano”. También nos describió como los mayores le contaron que era un majano. “De día es una persona normal, pero que en la noche se convierte como en especie de un perro grande y feo”. Eso mencionaba el mayor Mariano, mientras observamos atentos el lujar donde según los relatos, flotaban aquellas piedritas. “Pero eso era antes, ahora ya no se ve nada por aquí, no más miren, solo hay palos podridos y barro, ya los jóvenes pocos creen en esto, ya poco creen en los mayores ancestrales y en nuestra cultura, ya no creen”. Finalizo el mayor.
Me quede pensando, que tal vez eso nos esté pasando a muchos, estamos ignorado y dejando de creer en la esencia de los saberes tradicionales, en las luchas que dieron nuestros mayores, tal vez lo económico nos esté confundiendo el buen vivir. Las palabras de los mayores con los que compartimos en la Minga muralista de Jámbalo, nos movió el corazón y la conciencia. Nos revivió la esperanza, porque aún estamos haciendo Minga, aun se pinta, se canta, se toca, se danza, se teje y se siembra en el territorio.
Las luchas y las vivencias que nos compartieron los mayores y mayoras, nos animó y motivo a seguir caminado y justo eso teníamos que hacer; caminar de regreso hacia el caserío de la Mina, ahí nos estaba esperando un muro de 12 metros de largo por 4 metros de alto, para que pintáramos lo poco que habíamos conocido y sentido durante la experiencia en el territorio de la Mina. Tal vez, si los jóvenes habláramos con más frecuencia con nuestros abuelos y abuelas entenderíamos el verdadero sentido del buen vivir de los pueblos indígenas.
Pintamos el mural, allí plasmamos lo que pudimos conocer, sentir y compartir con la comunidad. Llenamos el corazón, quedaron impregnados allí, los espacios del territorio y las vivencias de sus pobladores. Agradecemos al territorio de Jámbalo que nos acogió, a los muralistas aventureros, a doña Flor, a la mayora Adoración, al mayor Mariano, al Kiwe Thegna Rene, al coordinador de jóvenes quien nos convocó a hacer parte de esta bonita experiencia. Buscaremos encontrarnos en otra minga, no solo de pintura, ojala en un espacio donde se evidencien las diversas expresiones de arte, vivas y presentes en nuestras comunidades; y así desde el compartir, desde el sentir, desde los talentos y saberes sigamos pintando memorias de lucha desde los territorios.
Por: Tejido de Comunicación de la Cxhab Wala Kiwe y Tejido de Comunicación We’jxia
Ka’senxi Cabildo de Corinto.
Premingas del arte indígena zona Norte del Cauca.